EL CANTAR DE MI SER No. 3
Dedicado al S.H.M. Dr. José
Manuel Estrada,
Por su Discípulo Maestro Pedro Enciso Ruvalcaba,
En este amanecer
de amores lleno,
elevo hasta los cielos mi plegaria
y este canto de amor, en mi surgido,
de tu propia creación manifestada.
Apelo a ti
Señor tan poderoso
porque temples las cuerdas de mi arpa
que es mi propio ser, que pronto ansía
plasmar en esta oda mi poesía.
Para formar
así la melodía
que cante en mis cantares lo creado,
pleno de tu esplendor y tu belleza
y tu grandeza también, ¡oh bien amado!
Te alabo
Señor desde este mundo
en donde existo como un ser humano,
siendo átomo menor de lo infinito
de millares sinfín que Tú haz creado.
Y así
pretendo a vos, yo dirigirme
impulsándome solo amor tan grande
que aspira a ser mayor en dimensiones
que tu propia creación, tan insondable.
¿Que por qué soy así? Tú bien lo sabes
pues siendo tu creación, yo soy Tú mismo
así he descubierto ese misterio
que llega a lo profundo del abismo.
Y siendo
el mismo ser, yo participo,
de tu poder, que influye en lo creado;
si Tú puedes hacer, yo también puedo
aunque en mi evolución sea limitado.
Y participo
del reino de los cielos
mirando tus creaciones tan inmensas,
en ellas te veo a Tí, aunque escondido
radiante de poder y de grandeza.
Te he visto
en las mañanas, muchas veces,
con tu diestra de luz pintar los cielos,
y los montes, los valles, los collados,
y en la aurora, al descorrer sus velos.
Te he escuchado
en el llanto de mis hijas
y en el vendaval que cruza incierto,
en melódicos trinos de las aves
y acordes de sinfónico concierto.
Sentídote
he, en caricias que regalan
las manos de las hadas que haz formado,
calmando de mi ser a las tormentas
y contemplarte en ellas transformado.
Habitas en
las noches y en las tardes
y en el azul intenso de los cielos,
en el perfume de la flor y el árbol,
en el vibrar del alma y sus anhelos.
Estás
en el penar y el sufrimiento
y en Cristo de Luz, crucificado,
en el dolor cru-el que nos destroza
y en el supremo amor, jamás osado
Brillas en
la tormenta y en el rayo
y en el fugaz destello del relámpago,
en el vuelo del ave peregrina
y en el ruidoso caminar del tráfago.
Formaste
la sin par naturaleza
con inúmeras formas y colores
y al verla te quedaste en las estrellas,
en los rayos del sol y sus albores.
Trazaste
tu creación y al contemplarla
radiante de primor y tan grandiosa,
te fundiste en ella, para amarla
y al desposarte, transformarla en Diosa.
Y si ella,
por amor ha concebido...
¿Quién en su amante lecho ha dormitado?
¿Quién engendró los seres y la vida?
¿Quién su amoroso vientre ha fecundado?
¿Quién
canta con el aire en la enramada
o grita al extinguirse alguna vida,
cuando impotente está y sacrificada
ante el feroz puñal que la victima?
¿Quién
hace que el néctar encendido
fecunde con amor el cáliz suave
y se engendren los seres y la vida
y la otra realidad tan impensable?
¿Quién
deja en la luna el sortilegio
que el amor enciende en los amantes?
haciendo estremecer sus fibras todas,
viviendo el paraíso unos instantes.
¿Qué
impulsa a la furia del combate
las almas de los hombres en la guerra,
a unos dando el triunfo y la victoria
y a otros devenir, que los aterra?.
¿No
eres Tú Mi Señor?; ¿O es acaso,
ese demonio azul, inexistente?
Si Tú eres el Creador, quien más pudiera,
Dador ser de la vida y de la muerte.
Más
con todo, no obstante a Ti yo adoro
y eres dueño de mi alma y de mis sueños,
de mis cantos de amor y mis angustias,
de mis risas, mi llanto y mis desvelos.
Y si eres
la razón de mi existencia
y tu mismo el destino haz proyectado,
¿Cómo podré Demiurgo a ti cantarte,
con este corazón atormentado?
Recuerda,
cuantas veces en mi vida
me he dirigido a Ti lleno de gozo,
o sufriendo también, o anonadado,
o elevando mis manos, clamoroso.
Y aún
siendo quien sois, incomprensible,
me siento arrebatado a contemplarte
y si a través de mi Tú te conoces
me inspira el corazón glorificarte.
Y te elevo
mi canto candoroso
cruzando dimensiones en mi senda
para llegar a Ti, no importa como,
y darte el corazón en una ofrenda.
PAX
Con
mi amor de maestro para todos.
Gurú Pedro Enciso Ruvalcaba,
Mérida, Venezuela, julio 16 del 2000.